
Fue en marzo, durante las vacaciones de Semana Santa. Los niños, es decir, mi hija y mi marido, me llevaron al cine para ver El libro de la vida. Desde entonces el personaje de La Catrina me tiene fascinada.
Por lo que he podido ver, el diseño de dicho personaje remonta a un grabado en metal de 1913. Una caricatura de José Guadalupe Posada; aunque por aquel entonces su nombre era “La Calavera Garbancera” y su propósito, una crítica a los mejicanos que repudiaban su sangre indígena para aparentar una falsa distinción europea. Los huesos de la caricatura no estaban vestidos, sólo un sombrero, más francés que mexicano, cubría su cabeza.
Nada que ver con la muerte hasta que en 1947, el muralista Diego Rivera en su obra “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” vistió al esqueleto y lo popularizó como La Catrina. A medida que pasaron los años, este personaje, fue convirtiéndose en la imagen de la muerte en México; hasta tal punto que hoy, es cada vez más común encontrarla en la celebración de Día de Muertos. ¿Por qué empiezo este post como si fuera un libro de historia? Porque si al salir del cine, me fascinó La Catrina, al conocer esta historia, me enamoré de ella 😉